Para las civilizaciones antiguas, el agua era mucho más que algo para beber o usar: era el tejido mismo de la creación.
Ellos sabían lo que la ciencia apenas comienza a confirmar: el agua tiene memoria. Y, al igual que el cuarzo, almacena información, responde a la vibración y puede ser programada.
En la antigüedad, sacerdotisas y sanadores de los templos de Lemuria, Atlántida, y de otras culturas, se reunían en torno las aguas. No solo las bendecían con oraciones habladas sino también las cod...
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