De Los Colores a La Luz: Trascendiendo Nuestras Diferencias

¿Te has preguntado alguna vez por qué los cristales de cuarzo se presentan en una amplia gama de colores?

Aunque varían de color, todos comparten un origen común: la luz. Es la forma en que cada cristal refleja o absorbe la luz lo que define su color.

Por ejemplo, los cristales de cuarzo oscuros, como el cuarzo ahumado y el cuarzo negro tibetano, absorben más luz, mientras que los cristales claros, como el cuarzo lechoso, reflejan más luz.

Además de su interacción con la luz, los diferentes colores de los cristales se originan en la información contenida en sus inclusiones. Así, la amatista adquiere su tono violeta por la presencia de hierro, mientras que el cuarzo rosado debe su color al titanio o manganeso. La exposición a la radiación natural también influye en sus tonalidades, creando una diversidad de colores que nos revelan la información ala que han sido expuestos y con la que están resonando.

Esta diversidad de colores, creada por la diferente información a la que hemos sido expuestos, puede hacer que nos percibamos diferentes, pero en el fondo, sin excepción, TODOS SOMOS LUZ.

Ahora, hablemos sobre nosotros.  Nuestra piel también refleja la influencia de la luz. La melanina, el pigmento que determina su color, absorbe y refleja la luz. Dependiendo de la cantidad de melanina y de la intensidad del sol en nuestro entorno, nuestra piel puede ser más clara o más oscura.

A lo largo de los siglos, los seres humanos nos hemos adaptado a nuestros entornos. En regiones donde el sol es intenso, la piel tiende a ser más oscura para protegerse de los rayos dañinos del sol, mientras que, en lugares con menos sol, la piel clara facilita la producción eficiente de vitamina D. 

Si bien es fascinante comprender cómo la luz influye en el color tanto de los cristales como de nuestra piel, es importante recordar que la LUZ simboliza lo que es universal y nos une a TODOS. 

Más allá de los hermosos colores que percibimos en el mundo, esta luz que nos envuelve y forma parte de nosotros, es emitida a través de los biofotones de los billones de átomos que forman nuestro cuerpo, y es lo que todos, sin excepción, tenemos en común.

De hecho, la afirmación de que “Somos Luz” ha sido repetida en diversas tradiciones ancestrales. En los Upanishads, textos sagrados del hinduismo, se expresaba la idea de que la esencia individual es la misma que la esencia universal. Las enseñanzas del Buda mencionan el concepto de Bodhi, el estado de iluminación o despertar.

Simbólicamente, al referirnos a nosotros como luz, afirmamos que, como seres humanos, tenemos la capacidad de traer claridad, sabiduría y expansión a nuestro mundo.

Thich Nhat Hanh decía que: “Nacemos con el Sol dentro de nosotros. Nuestra verdadera naturaleza es la luz, y cuando somos conscientes de ello, irradiamos paz y amor.”

Y es desde esa la luz interior, presente en cada uno de nosotros, que podemos iluminar al mundo. Esta luz interior puede redescubrirse a través de la practica espiritual.

Cuando elegimos conscientemente trascender la información inauténtica y nos alineamos con nuestra luz, nada es imposible, incluyendo el bienestar personal duradero que anhelamos.

¡Es hora de reconectar con nuestra Luz! Alinear nuestras vidas con este brillo interior no solo nos reconecta con nuestro bienestar, sino que también con nuestro poder de transformar el mundo.

Equilibra tu Resonancia; el Mundo te Necesita.